sábado, 24 de abril de 2010

nocturno

Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado
como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
Todo ha quedado allá, las botellas, el barco,
no sé si me querían, y si esperaban verme.
En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos,
una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets.
Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad,
yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías.
Mi mujer sube y baja una pequeña escalera
como un capitán de navío que desconfía de las estrellas.
Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche.
Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran
a la ventana que tengo a mi espalda.

(esto de los caballos me recuerda a cierto relato)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo creo que tuviste una iluminación, y ese "bosque altísimo" es la taza de leche oliendo papeles a las once de la noche... (Afuera todo corre y recorre y decora e implora que sigan las nubes y sigan las olas). Cuando de repente, decimos los artistas, la noche nos llega, nos nace y nos envuelve, como sacar los dedos (recién torcidos) de los párpados, cosa seria, quiero decir, qué cosa sería no sacar los dedos de los ojos...

Me encantó tu texto...