lunes, 28 de septiembre de 2009

lay, lady, lay


cuando Agosto está en el día

viernes, 25 de septiembre de 2009

traveler

hoy viajé en colectivo sentada al lado de una señora que cada 20 cuadras se comía una pastilla Refresco de naranja

Arrojóme las naranjitas
con los ramos del blanco azahar,
arrojómelas, arrojéselas
y volviómelas a arrojar.


hija de puta

jueves, 24 de septiembre de 2009

toc

I was dancing when I was eeeeeeight
I was dancing when I was eeeeeeight
Is it strange to dance so laaaaaaaate
Is it strange to dance so laaaaaaaate

lunes, 21 de septiembre de 2009

centenario

No está lejos el fin. Su voz declara:
Casi no soy, pero mis versos ritman
la vida y su esplendor. Yo fui Walt Whitman.
J. L.B.

sábado, 19 de septiembre de 2009

tetrabrik

hoy cené dos cigarrillos, un vaso de agua y 4 discos de flema

pluscuamperfecto


Mi biorritmo salió para el orto.


"No seas de los vulgares que dicen que todo tiempo pasado fue mejor... pues forzosamente dirá el futuro en llegando que es mejor este, no por bueno, si no por pasado".


Manrique, Arbiol, Séneca, Quevedo y el eclesiastés, son traganata.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Limbic system revolution

tengo la amígdala revolucionada

mood indigo

6
Mis nervios desafinan con la misma frecuencia que mis primas. Si por casualidad, cuando me acuesto, dejo de atarme a los barrotes de la cama, a los quince minutos me despierto, indefectiblemente, sobre el techo de mi ropero. En ese cuarto de hora, sin embargo, he tenido tiempo de estrangular a mis hermanos, de arrojarme a algún precipicio y de quedar colgado de las ramas de un espinillo.

Mi digestión inventa una cantidad de crustáceos, que se entretienen en perforarme el intestino. Desde la infancia, necesito que me desabrochen los tiradores, antes de sentarme en alguna parte, y es rarísimo que pueda sonarme la nariz sin encontrar en el pañuelo un cadáver de cucaracha.

Todavía, cuando llovizna, me duele la pierna que me amputaron hace tres años. Mi riñón derecho es un maní. Mi riñón izquierdo se encuentra en el museo de la Facultad de Medicina. Soy poliglota y tartamudo. He perdido, a la lotería, hasta las uñas de los pies, y en el instante de firmar mi acta matrimonial, me di cuenta que me había casado con una cacatúa.

Las márgenes de los libros no son capaces de encauzar mi aburrimiento y mi dolor. Hasta las ideas más optimistas toman un coche fúnebre para pasearse por mi cerebro. Me repugna el bostezo de las camas deshechas, no siento ninguna propensión por empollarle los senos a las mujeres y me enferma que los boticarios se equivoquen con tan poca frecuencia en los preparados de estricnina.

En estas condiciones, creo sinceramente que lo mejor es tragarse una cápsula de dinamita y encender, con toda tranquilidad, un cigarrillo.


O. G.

jueves, 17 de septiembre de 2009

roma led nóicinifed

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
Áspero, tierno, liberal, esquivo,
Alentado, mortal, difunto, vivo,
Leal, traidor, cobarde y animoso;

No hallar fuera del bien centro y reposo,
Mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
Enojado, valiente, fugitivo,
Satisfecho, ofendido, receloso;

Huir el rostro al claro desengaño,
Beber veneno por licor suave,
Olvidar el provecho, amar el daño,

Creer que un cielo en un infierno cabe,
Dar la vida y el alma a un desengaño,
Esto es el amor, quien lo probó, lo sabe.
Félix Lope de Vega

martes, 15 de septiembre de 2009

why should not old men be mad?

WHY should not old men be mad?
Some have known a likely lad
That had a sound fly-fisher's wrist
Turn to a drunken journalist;
A girl that knew all Dante once
Live to bear children to a dunce;
A Helen of social welfare dream,
Climb on a wagonette to scream.
Some think it a matter of course that chance
Should starve good men and bad advance,
That if their neighbours figured plain,
As though upon a lighted screen,
No single story would they find
Of an unbroken happy mind,
A finish worthy of the start.
Young men know nothing of this sort,
Observant old men know it well;
And when they know what old books tell
And that no better can be had,
Know why an old man should be mad.


W. B. Y.

domingo, 13 de septiembre de 2009

grunge

En esos días andaba caviloso, y la mala costumbre de rumiar largo cada cosa se le hacía cuesta arriba pero inevitable. Había estado dándole vueltas al gran asunto, y la incomodidad en que vivía por culpa de la Maga y de Rocamadour lo incitaba a analizar con creciente violencia la encrucijada en que se sentía metido. En esos casos Oliveira agarraba una hoja de papel y escribía las grandes palabras por las que iba resbalando su rumia. Escribía, por ejemplo: "El gran hasunto", o "la hencrucijada". Era suficiente para ponerse a reír y cebar otro mate con más ganas. "La hunidad", hescribía Holiveira. "El hego y el hotro". Usaba las haches como otros la penicilina. Después volvía más despacio al asunto, se sentía mejor. "Lo himportante es no hinflarse", se decía Holiveira. A partir de esos momentos se sentía capaz de pensar sin que las palabras le jugaran sucio. Apenas un progreso metódico porque el gran asunto seguía invulnerable. "Quién te iba a decir, pibe, que acabarías metafísico?", se interpelaba Oliveira. "Hay que resistirse al ropero de tres cuerpos, che, conformate con la mesita de luz del insomnio cotidiano". Ronald había venido a proponerle que lo acompañara en unas confusas actividades políticas, y durante toda la noche (la Maga no había traído todavía a Rocamadour del campo) habían discutido como Arjuna y el Cochero, la acción y la pasividad, las razones de arriesgar el presente por el futuro, la parte de chantaje de toda acción con un fin social, en la medida en que el riesgo corrido sirve por lo menos para paliar la mala conciencia individual, las canallerías personales de todos los días. Ronald había acabado por irse cabizbajo, sin convencer a Oliveira de que era necesario apoyar con la acción a los rebeldes argelinos. El mal gusto en la boca le había durado todo el día a Oliveira, porque había sido más fácil decirle que no a Ronald que a sí mismo. De una sola cosa estaba bastante seguro, y era que no podía renunciar sin traición a la pasiva espera en la que vivía entregado desde su venida a París. Ceder a la generosidad fácil y largarse a pegar carteles clandestinos en las calles le parecía una explicación mundana, un arreglo de cuentas con los amigos que apreciarían su coraje, más que una verdadera respuesta a las grandes preguntas. Midiendo la cosa desde lo temporal y lo absoluto, sentía que erraba en el primer caso y acertaba en el segundo. Hacía mal en no luchar por la independencia argelina, o contra el antisemitismo o el racismo. Hacía bien en negarse al fácil estupefaciente de la acción colectiva y quedarse otra vez solo frente al mate amargo, pensando en el gran asunto, dándole vueltas como un ovillo donde no se ve la punta o donde hay cuatro o cinco puntas.

Estaba bien, sí, pero además había que reconocer que su carácter era como un pie que aplastaba toda dialéctica de la acción al modo de la Bhagavadgita. Entre cebar el mate y que se lo cebara la Maga no había duda posible. Pero todo era escindible y admitía en seguida una interpretación antagónica: a carácter pasivo correspondía una máxima libertad y disponibilidad, la perezosa ausencia de principios y convicciones lo volvía más sensible a la condición axial de la vida (lo que se llama un tipo veleta) capaz de rechazar por haraganería pero a la vez de llenar el hueco dejado por el rechazo con un contenido libremente escogido por una conciencia o un instinto más abiertos, más ecuménicos por decirlo así.

"Más hecuménicos", anotó prudentemente Oliveira.

Además, ¿cuál era la verdadera moral de la acción? Una acción social como la de los sindicalistas se justificaba de sobra en el terreno histórico. Felices los que vivían y dormían en la historia. Una abnegación se justificaba casi siempre como una actitud de raíz religiosa. Felices los que amaban al prójimo como a sí mismos. En todos los casos Oliveira rechazaba esa salida del yo, esa invasión magnánima del redil ajeno, bumerang ontológico destinado a enriquecer en última instancia al que lo soltaba, a darle más humanidad, más santidad. Siempre se es santo, a costa de otro, etc. No tenía nada que objetar a esa acción en sí, pero la apartaba desconfiado de su conducta personal. Sospechaba la traición apenas cediera a los carteles en las calles o a las actividades de carácter social; una traición vestida de trabajo satisfactorio, de alegrías cotidianas, de conciencia satisfecha, de deber cumplido. Conocía de sobra a algunos comunistas de Buenos Aires y de París, capaces de las peores vilezas pero rescatados en su propia opinión por "La lucha", por tener que levantarse a mitad de la cena para correr a una reunión social o completar una tarea. En esas gentes la acción social se parecía demasiado a una coartada, como los hijos suelen ser la coartada de las madres para no hacer nada que valga la pena en esta vida, como la erudición con anteojeras sirve para no enterarse de que en la cárcel de la otra cuadra siguen guillotinando a tipos que no deberían ser guillotinados. La falsa acción era casi siempre la más espectacular, la que desencadenaba el respeto, el prestigio y las hestatuas hecuestres. Fácil de calzar como un par de zapatillas, podía incluso llegar a ser meritoria ("al fin y al cabo estaría tan bien que los argelinos se independizaran y que todos ayudáramos un poco", se decía Oliveira); la traición era de otro orden, era como siempre la renuncia al centro, la instalación en la periferia, la maravillosa alegría de la hermandad con otros hombres embarcados en la misma acción. Allí donde cierto tipo humano podía realizarse como héroe, Oliveira se sabía condenado a la peor de las comedias. Entonces valía más pecar por omisión que por comisión. Ser actor significaba renunciar a la platea, y él parecía nacido para ser espectador en fila uno. "Lo malo", se decía Oliveira, "es que además pretendo ser un espectador activo y ahí empieza la cosa".

Hespectador hactivo. Había que hanalizar despacio el asunto. Por el momento ciertos cuadros, ciertas mujeres, ciertos poemas, le daban una esperanza de alcanzar alguna vez una zona desde donde le fuera posible aceptarse con menos asco y menos desconfianza que por el momento. Tenía la ventaja nada despreciable de que sus peores defectos tendían a servirle en eso que no era un camino sino la búsqueda de un alto previo a todo camino. "Mi fuerza está en mi debilidad", pensó Oliveira. "Las grandes decisiones las he tomado siempre como máscaras de fuga." La mayoría de sus empresas (de sus hempresas) culminaban not with a bang but a whimper; las grandes rupturas, los bang sin vuelta eran mordiscos de rata acorralada y nada más. Lo otro giraba ceremoniosamente, resolviéndose en tiempo o en espacio o en comportamiento, sin violencia, por cansancio -como el fin de sus aventuras sentimentales- o por una lenta retirada como cuando se empieza a visitar cada vez menos a un amigo, leer cada vez menos a un poeta, ir cada vez menos a un café, dosando suavemente la nada para no lastimarse.

"A mí en realidad no me puede suceder ni medio" pensaba Oliveira. "No me va a caer jamás una maceta en el coco". ¿Por qué entonces la inquietud, si no era la manida atracción de los contrarios, la nostalgia de la vocación y la acción? Un análisis de la inquietud, en la medida de lo posible, aludía siempre a una descolocación, a una excentración con respecto a una especie de orden que Oliveira era incapaz de precisar. Se sabía espectador al margen del espectáculo, como estar en un teatro con los ojos vendados; a veces le llegaba el sentido segundo de alguna palabra, de alguna música, llenándolo de ansiedad porque era capaz de intuir que ahí estaba el sentido primero. En esos momentos se sabía más próximo al centro que muchos que vivían convencidos de ser el eje de la rueda, pero la suya era una proximidad inútil, un instante tantálico que ni siquiera adquiría calidad de suplicio. Alguna vez había creído en el amor como enriquecimiento, exaltación de las potencias intercesoras. Un día se dio cuenta de que sus amores eran impuros porque presuponían esa esperanza, mientras que el verdadero amante amaba sin esperar nada fuera del amor, aceptando ciegamente que el día se volviera más azul y la noche más dulce y el tranvía menos incómodo. "Hasta de la sopa hago una operación dialéctica", pensó Oliveira. De sus amantes acababa por hacer amigas, cómplices en una especial contemplación de la circunstancia. Las mujeres empezaban por adorarlo (realmente lo hadoraban), por admirarlo (una hadmiración hilimitada), después algo les había sospechar del vacío, se echaba atrás y él les facilitaba la fuga, les abría la puerta para que se fueran a jugar a otro lado. En dos ocasiones había estado a punto de sentir lástima y dejarles la ilusión de que lo comprendían, pero algo le decía que su lástima no era auténtica, más bien un recurso barato de su egoísmo y su pereza y sus costumbres. "La Piedad está liquidando", se decía Oliveira y las dejaba irse, se olvidaba pronto de ellas.


J. C.

sábado, 12 de septiembre de 2009

cows in art class

good weather
is like
good women-
it doesn't always happen
and when it does
it doesn't
always last.
man is
more stable:
if he's bad
there's more chance
he'll stay that way,
or if he's good
he might hang
on,
but a woman
is changed
by
children
age
diet
conversation
sex
the moon
the absence or
presence of sun
or good times.
a woman must be nursed
into subsistence
by love
where a man can become
stronger
by being hated.

Ch. B.

jueves, 10 de septiembre de 2009

médiumnité

Hay quien cruza el bosque y sólo ve leña para el fuego.

viernes, 4 de septiembre de 2009


la cubre de besos y el sol también