ELLA. -- No se fue.
ÉL. -- ¿No se fue?
EL DESCONOCIDO. -- Sí se fue.
ELLA. -- ¿Qué es fue?
ÉL. -- ¿Fue-fue-fue? En mis treinta años nunca pensé en la palabra fue. Es bonita, ¿eh? Efe-u-e. Efe-u-e.
ELLA. -- ¿Cómo, efe-u-e? ¿Efe-u-e? ¿Cómo? Qué angustia. Estoy sofocada. Nunca imaginé que se pudiera pensar tanto en las letras que forman las palabras. Si yo digo fideo, no pienso en efe-i-de-e-o, pienso en la comida-fideos, no en las letras.
EL DESCONOCIDO (aislado). A mi también me gusta la sopa de letras.
ÉL. -- Yo estoy a régimen, por eso pienso en las letras y no en la comida. Así cuando tengo ganas de comer una torta de frutillas no pienso en una torta de frutillas sino en las letras. Así como las letras y no engordo. Es por prescripción médica.
ELLA. -- ¡Qué horror!
EL DESCONOCIDO. -- ¡Qué horror! Comerse una prescripción médica.
Eduardo Pavlovsky
No hay comentarios:
Publicar un comentario